Blogia
flowerpower

TRAS EL CRISTAL

Me gusta hablar con Leyla. Es tan joven y tan madura. Tan transparente. Me gusta conversar con ella porque su sinceridad me aclara las ideas como cuando llueve y se limpia la calle. Hablamos de nuestro regreso al país y de cómo nos sentimos desubicadas y, en cierta forma, sorprendidas de cómo el tiempo parece no haber pasado para muchos. Sobre todo para los que están cerca de nosotras. Tal vez tenemos expectativas muy altas (qué raro eso de hablar en plural). Tal vez terminemos adaptandonos de una forma tan brutal que dentro de dos meses no sabremos porqué nos sentíamos tan extrañas en este lugar en el que siempre habíamos estado. Hasta que nos fuimos.

Mañana tengo una reunión no muy importante (relativamente hablando). Pero estará la directora y tendré la oportunidad de lucirme con alguna pregunta de esas que ponen nervioso a tu interlocutor que en el caso específico de esta reunión es uno de esos tipos inteligentes y de mundo, que no suelen ponerse nerviosos por preguntas capciosas, como las que pretendo hacerle mañana, delante de su admirada audiencia. Es él o yo. Uno de los dos ha de quedar bien y, en este caso, espero que seamos los dos, pero si ha de ser uno, espero ser yo.

Por otro lado, hablé con Amir hace unas horas. Me llamó de casa de sus padres y mi indiferencia fue punzante, y eso que traté de disimularla. Traté incluso, de no sentirla, de sentir otra cosa... Algo. Pero la verdad es que ya estoy cansada de sentir tantas cosas por Amir. A lo largo de estos tres años he sentido por él pasión, cariño, intriga, celos, confusión, recelo, angustia, esperanza... Todo en vano. Es decir: Todo para descubrir que cualquier cosa que uno sienta gústele a una o no, es en vano, finalmente. Y esa especie de sentencia de muerte es como un letrero de neón que llevo pintado en la frente. Trato de explicarle quién soy ahora, qué siento y qué no siento ahora y rebota la información porque ya no me sale natural decirle que lo quiero. Han pasado demasiadas cosas entre nosotros y lo único que puedo decir respecto a eso es: Hemos aprendido. Nos hemos hecho tanto bien y tanto mal. El no saber nadar entre aguas turbulentas ha hecho que nos hagamos daño. El esperar tanto, tan vagamente, de nosotros mismos (y de nosotros dos) ha hecho que nos choquemos constantemente contra el cristal, un desengaño tras otro. Y al final solo queda la imagen verdadera de quiénes somos realmente. Y eso es precisamente lo que nos negamos a ver.

0 comentarios